Los fantasmas del Bauen Hotel
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Introducción
Al borde de la realidad
“El horror nace de la
revelación de lo imposible”.
Roger Caillois
“― ¿Cree
usted en fantasmas?
― No,
pero les tengo miedo”.
Expresión
tradicional inglesa del siglo XIX
Hay cada vez menos dudas de que estamos viviendo
una transición y que éstos son los tiempos de una época
interesante.
Hace ya muchos años, Umberto Ecco anticipaba que
estábamos transitando el camino que nos conduce a una “Nueva Edad Media”
y que ciertos rasgos cosmovisionales, adquiridos en el siglo XVIII con la
Ilustración, se encuentran en franco proceso de retracción, permitiendo así la
actualización de un modelo de realidad en el que “lo imposible” empieza a
perder fuerza.
Pero como en toda transición, lo antiguo y lo
nuevo conviven, se mezclan, interactúan, tanto a nivel colectivo como
individual; generando debate, discusión y también un cierto malestar. Lo viejo
se resiste a morir. Lo nuevo pugna por imponerse. Y en el mientras tanto,
todas las certezas parecen volverse líquidas y los esquemas adquiridos
entran en crisis. Entonces es cuando nos replanteamos todo, e inclinamos la
balanza hacia el lado en el que más seguros nos sentimos, tratando de mantener
vigentes aquellas herramientas intelectuales que la modernidad nos legó y
en las que casi todos nosotros nos hemos formado.
Pero la soberanía de la razón está (o parecería
estar) perdiendo terreno. Cada vez son más las personas que adscriben a la
vigencia de un mundo maravilloso. Un mundo en el que sucesos (antes)
increíbles se añaden a la realidad sin destruir su coherencia. Lo que antes
calificábamos como “exceso de credulidad” (superstición) ya no lo es
tanto y por ende la sorpresa se debilita y el pensamiento mágico gana terreno a
pasos agigantados, aún en aquellos sectores sociales que tuvieron la enorme
fortuna de adquirir una formación científica, académica, lógica, racional y
empírica.
La frontera entre lo real y lo irreal es una
construcción cultural, histórica. Distintas épocas la trazan por lugares
diferentes y lo que hoy es inconcebible, ayer se integraba a la cotidianeidad
sin conflicto, recreando un mundo de encantos en donde la magia era
regla. Una realidad poblada de entidades imaginarias (dragones, unicornios,
monstruos, gnomos, hadas) que no eran conceptualizadas como tales, y que
armonizaban perfectamente con la visión (acotada) que se tenía del
mundo.
Cuando eso ocurría (y parecería que empieza a
ocurrir de nuevo) el espanto deja de espantar. Pierde su fuerza y su
potencialidad para generar horror, siendo sustituido por una mera
sensación de inseguridad, de preocupación, que a lo sumo podría traducirse en
terror (que no es otra cosa que el miedo a ser dañado por algo o
alguien que comparte el status de realidad que tiene uno mismo).
Con el horror pasa algo muy diferente. Para
que éste nos invada es necesario que la causa del mismo sea de orden
sobrenatural, que rompa con el marco racional, reglado, seguro, en el que
creemos, sentimos y sabemos estar inmersos. Recién bajo esas condiciones aparece
el miedo visceral que producen los fantasmas, que son a mi modo de ver, la
principal instancia para la existencia y vigencia del
misterio.
Como dijo el célebre Roger Caillois en
1970:
“Únicamente las
culturas que han accedido a la concepción de un orden constante, objetivo e
inmutable de los fenómenos, han podido dar nacimiento a una particular
imaginación que se complace en contradecir el orden establecido con el temor
sobrenatural.”[1]
Pero, ¿qué está ocurriendo entre nosotros? ¿Acaso
la herencia del racionalista de la Ilustración (de la modernidad) está tan
golpeada como para dejar de sorprendernos de todo aquello que antes si
sorprendía? ¿Por qué dudamos de ese “orden constante, objetivo e
inmutable” del que nos habla Caillois? ¿Será que ya no nos satisfacen las
explicaciones científicas y con ello el horror retrocede hasta casi desaparecer
(haciéndonos interactuar con lo imposible; que, en ese mismo acto, deja un poco
de serlo)? ¿Por qué damos por válidas hipótesis descabelladas sin considerar
antes explicaciones que se ajusten al concepto de realidad que arrastramos desde
el siglo XVIII, e incluso desde el Renacimiento del siglo XVI o aún del
racionalismo del siglo V a.C.? ¿Por qué tratamos de darle, a todo aquello que
antes rechazábamos como fantástico, apariencia científica (apoyándonos en la
sacrosanta tecnología)? ¿Acaso es una mera actitud lúdica con la que se pretende
romper la chata y desangelada realidad en la que vivimos? ¿O estamos frente a un
neo-romanticismo profundamente irracional que procura, desde los sentimientos y
la intuición, desbancar al racionalismo deductivo sobre el que construimos
muestro mapa epistemológico contemporáneo?
Entonces, si la ciencia en la que tanto
confiábamos no puede explicar ciertas cosas, ¿significa esto que estamos ante
los umbrales aceptados de un universo repleto de maravillas, que ya
empezamos a naturalizar?
Las estadísticas indican que un número cada vez
más alto de personas creen en la existencia objetiva de los fantasmas; de igual
modo que en ovnis o en la presencia de alienígenas entre nosotros. Claro que
este último acto de confianza (de credulidad) resulta, llegado el caso, un tanto
más creíble ya que existe una remota (aunque poco probable) factibilidad de que
los extraterrestres, realmente, estén en alguna parte del universo. Pero una
cosa es que seres extraños vengan de otro planeta y otra, muy distinta,
de que se asomen desde el Mas Allá. ¿Acaso no será todo esto una clara
denuncia de nuestras flaquezas y deseos de superarlas por medio de creencias,
que alivian la angustia de sabernos finitos e irremediablemente derrotados por
la muerte?
En los últimos quince años, y montadas sobre el
prodigioso avance tecnológico que hemos experimentado, las investigaciones que
buscan responder si el alma sobrevive después de la muerte han tomado un cariz
mediático y masivo (como casi todo); y que los “especialistas” denominan
con el término anglosajón “Ghost Hunting”, literalmente, “Cazando
Fantasmas”.
Lejos estamos, pues, de las viejas y
privadas sesiones espiritistas, celebradas en la intimidad de un gabinete y
dirigidas por un médium con dotes especiales. La espectacularidad, aunque no del
todo nueva[2], se trasladó a la
televisión, convirtiéndose en un show protagonizado por “técnicos” que
despliegan, ante nuestras azoradas miradas, todo un arsenal de novedosa
tecnología con la que se pretende conseguir evidencias que prueben
objetivamente la existencia de vida, individual y conciente, más allá del
óbito.
Obnubilados por aparatos y luces, botones y
pantallas digitales, lo que estos “médiums posmodernos” persiguen es romper las
sólidas fronteras que aseguran al hombre en la realidad material y cotidiana.
Cuestionar las certezas científicas de los últimos 300 años y diluir el concepto
de “lo imposible” en una cosmovisión presentada como “más abierta y
tolerante” a las maravillas, demoliendo el miedo, que sólo es posible en un
mundo de incrédulos. Porque únicamente cuando las leyes aceptadas de la física y
la biología son violentadas (negadas) puede irrumpir “lo sobrenatural”; y
fuerzas nocturnas, demoníacas y antinaturales se traducen en
espanto.
La transición, de la que hablábamos al comienzo,
transcurre por este camino. Pareciera que el retroceso del miedo a los fantasmas
(evidente en la manera en que cada vez más personas creen interactuar con ellos)
es un síntoma inequívoco de que estamos construyendo colectivamente una nueva
manera de interpretar la realidad, en la que los espectros serán (¿son?)
aceptados, como se toleran los berrinches adolescentes de nuestros
hijos.
Las experiencias recogidas en el
“Ghost Hunting” de la noche del 5 al 6 de abril de 2013, junto con los
miembros del GAIAP (Grupo Argentino de
Investigación de Actividad Paranormal), en las instalaciones del Bauen
Hotel de Buenos Aires (Argentina), son reveladoras de muchas de las
cosas que hemos dicho.
Permítame lector que lo sumerja en las mismas,
para que, hacia el final, pueda extraer sus propias y personales
conclusiones.
Buenos
Aires
Abril
de 2013
FJSR
PARTE 1
EL HOTEL Y SUS
HISTORIAS
“La irracionalidad de
una cosa no es
un argumento en
contra de su existencia,
sino más bien una
condición de la misma.”
Friedrich
Nietzsche
“Sólo lo
que es irracional ―lo que es inanalizable por
los
sentidos, pero tiene cualidades sensibles― , puede ser
obsesivo.”
Salvador
Elizondo
El Bauen Hotel de Buenos Aires nació
junto con la última dictadura cívico-militar que asoló a la Argentina en el
siglo XX.
Diseñado y proyectado por cuatro
arquitectos argentinos en 1976, este lujoso hotel de cuatro estrellas se
construyó en tiempo récord (cinco meses) durante los primeros meses de 1978
gracias a un subsidio del BANADE, con
el fin de satisfacer la demanda turística que el Campeonato Mundial de Fútbol
despertaría ese mismo año. A partir de entonces, el emprendimiento tuvo su edad
dorada en la década de los ’80 y entró en crisis durante los ’90 a causa de la
llegada al país de las grandes cadenas internacionales de hoteles (Hyatt,
Hilton, Four Seasons, entre otras), con las cuales no pudo competir. En el año
2000 la empresa se presentó a convocatoria de acreedores y en 2001, finalmente,
quebró y el edificio fue cerrado el 28 de diciembre de ese nefasto año, en plena
crisis económica. La historia posterior del Bauen es complicada; llena de idas y
vueltas, juicios y recursos judiciales. En 2003 los empleados ocuparon el
edificio. Reabrieron el hotel e iniciaron una serie importante de reparaciones,
después de dos años de abandono. Invirtieron trabajo y esfuerzo, abrieron un
café y mantuvieron en pie su fuente de ingresos habilitando unos cuantos pisos
para eventuales turistas. Para ello conformaron una cooperativa (la Coop.
Buenos Aires Empresa Nacional, B.A.U.E.N.) que hasta la fecha sigue en sus manos, aunque acosada por los
juicios que les entablaron los descendientes de su antiguo dueño.[3]
Pero no es ésta la historia que nos interesa en
esta oportunidad, sino “las historias” que el hotel alimentó en los
últimos diez años y que ya son parte de su patrimonio
intangible.
Con sus 20 pisos de hormigón armado elevándose
hacia el cielo porteño, más de 500 plazas, un teatro de 380 butacas y 8 salones
para eventos, una boite ambientada al estilo de la década de los ’70 (en donde
se filmaron varias películas de Olmedo y Porcel), dos subsuelos, amén de de
oficinas, sala de máquinas, cocinas, una panadería y dependencias varias, el
Bauen Hotel es un gigante que, como tantos otros complejos hoteleros del mundo,
tiene sus fantasmas. Y son sus empleados, serenos y personal de maestranza los
que, entre susurros y medias voces, los mantienen vivos, presentes en cada
relato de medianoche.
Temidos por unos, naturalizados por otros,
cuestionados, pero nunca obviados, los fantasmas del Bauen prefiguran un clásico
de la literatura, del cine y las leyendas urbanas que recorren el imaginario de
las grandes urbes. Pocas ciudades son las que carecen de “hoteles
encantados”. Basta con consultar las páginas de internet para advertir que,
incluso en muchas de ellas, las supuestas actividades paranormales que allí
operan son promocionadas a muy buen precio, atrayendo a centenares de
“amantes del género”. Pero esto no es algo común en nuestro país, al
menos todavía.
En Argentina, cuando de hoteles encantados
se trata, éstos suelen, por lo general, estar abandonados. Tal es el caso del
Eden Hotel de La Falda y el Gran Hotel Viena de Miramar; ambos en
la provincia de Córdoba y de merecida fama gracias al hecho haber sido los
escenarios, en 2010, de una serie/documental (sic) norteamericana (Ghost
Hunters International). Pero en el caso del Bauen Hotel es
distinto.
Aunque deteriorado en muchos de sus pisos, a pesar
de la ingente tarea de la cooperativa que lo regentea, el hotel está
parcialmente en funcionamiento, lo cual le da un cariz muy especial,
brindándonos la oportunidad de recoger testimonios orales de los empleados que a
diario recorren y trabajan en sus instalaciones. Ellos son los que conservan,
alimentan y difunden esas historias, de las que haré referencia a
continuación.
Todas ellas son transcripciones literales de las
grabaciones captadas durante la noche del 5 al 6 de abril de
2013.
LOS GUARDIANES DEL
BAUEN
Armados con velas, faroles o linternas, según la
época, los serenos son los depositarios de una larga tradición en la que la
imaginación, cebada por la noche, se transforma se una factoría de historias
inverosímiles, que sólo adquieren ese carácter cuando el turno de trabajo
termina al amanecer.
La oscuridad, el silencio, la soledad y el miedo
contextúan a este oficio. No es de extrañar entonces que sus desconfiadas
miradas estén teñidas de conspiraciones imposibles, de misterios que transforman
en realidad creencias populares y supersticiones que, únicamente bajo la trémula
luz de una linterna, adquieren un status ontológico que sólo el sol puede
borrar.
Los serenos se mueven en un universo alternativo
al común de los mortales. En principio, desempeñan sus tareas rompiendo con la
herencia evolutiva que nos ha convertido en animales diurnos, pretendiendo, con
la rudimentaria tecnología que les brinda una lamparita y un par de pilas,
combatir el desconcierto que a los humanos nos producen los espacios oscuros.
Los serenos son los guardianes de la noche;
quienes, finalizado su horario de trabajo, devienen en trovadores de la
oscuridad. En difusores convencidos de historias que trascienden la creación
individual y pasan a ser parte del acervo colectivo de una comunidad. Sin
saberlo, ellos solidifican temores y prejuicios, valores y consejos que,
enmascarados detrás de sus fantasmagóricas experiencias, mantienen (o al menos
intentan mantener) cierto orden moral enmascarado. En el fondo, sus fábulas
nocturnas buscan dejar una enseñanza olvidada por la propia sociedad que los
contiene.
Traductores de temáticas ancestrales (tales como
la muerte, el olvido, la memoria, el amor y el dolor), los serenos son
personajes ideales a la vera de un fogón. Oradores envidiados y sospechados;
expertos autodidactas en leyendas urbanas que empujan la línea fronteriza que
separa la realidad de la ficción, volviéndola endeble, poco rigurosa y
móvil.
Capaces de convivir con esos dos mundos sin
inconvenientes ni contradicciones, el serenazgo naturaliza lo fantástico
transformando el universo en algo maravilloso, casi medieval, en donde todo
resulta posible sin conflictos racionales, y en donde lo material y lo
inmaterial se dan la mano conviviendo sin problemas.
Gremio de vigilantes (no en vano se los conoce
también como “vigilantes nocturnos”), los serenos acechan a las sombras y
éstas los acechan a ellos en cementerios, grandes hoteles, hospitales, fábricas
y escuelas, ruinas arqueológicas, dependencias públicas y edificios modernos de
última generación. Todos éstos convertidos en verdaderas usinas de
leyendas.
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Proveniente
del latín “serénum”, término que a su vez deriva de “serum”
(tarde, noche), la palabra sereno alude, según la Real Academia Española, a los
encargados de rondar por las noches con el objeto de velar por la seguridad de
vecinos y propiedades. Es por lo tanto, etimológicamente, una actividad ligada a
las penumbras. A esas horas en que los contornos se desdibujan y la percepción
se vuelve incierta, abriendo mil interpretaciones capaces de romper o alterar la
cosmovisión dominante.
Como
oficio, el de sereno no requiere mucho más que resistencia al sueño y el manejo,
más o menos ducho de un arma de fuego, usada como elemento de intimidación,
disuasión o defensa. No se necesita un alto nivel educativo y es, por ende, un
trabajo no demasiado calificado. Ajeno a los paradigmas científicos que rigen
nuestros días, el serenazgo, en principio, conllevaría la condición de extrema
credulidad, volviéndose susceptible a interpretar ciertos “sucesos” de un
modo un tanto heterodoxo. De este modo, los serenos se acercan a la herejía, al
error, a una desviada lectura de la realidad según lo marca la ortodoxia, tanto
científica como religiosa. Pensemos en las interminables historias de fantasmas
que este gremio nos ha legado, y sigue legándonos a diario.
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Vayamos, pues, a las correspondientes del Bauen
Hotel de Buenos Aires.[4]
“Hay pisos en los
que se apagan las luces. Y en esos pisos no había nadie. En el SALÓN EMBAJADOR
se apagan las luces una por una… tic-tic-tic-tic… ¡Todas! Primero se prendió
todo. No le di pelota. Después me quedé y… una a una se
apagaron”.
“En el piso 19 han
visto una mujer gorda bailando, descalza y con vestido. La vio un compañero que
renunció. Pero él vivía acá. Era muy propenso porque vivía muy
estresado”.
“Los lugares donde
ocurren cosas son: el piso 19, el SALÓN SIMÓN BOLÍVAR, el patio que comunica a
los dos hoteles y el piso 8”.
“Después hay
historias mucho más fuertes, pero son de compañeros que están acá. Es creer o
reventar. Yo a no todos les creo, pero yo sé varías historias de acá, que me
contaron. Yo hace tres años que estoy en el hotel. Yo me he quedado solo abajo,
en el subsuelo (yo estoy en mantenimiento)… En enero y febrero acá es un
cementerio y jamás en mi vida he escuchado nada. Jamás. Pero sí he escuchado el
relato de compañeros que son “fundadores”. Hay gente a la sí le creo porque son
tipos serios. Tipos grandes que lo que cuentan no son películas. Hay otros que
sí, se van por las ramas. Por ejemplo a ese, mi compañero, le creo porque son
las doce del mediodía y anda con linterna en la mano”.
“¡Y el tucumano
que vino de la Plata! Decía que se le apagaban las luces de la habitación y se
vino a dormir al hall”.
“La panadería es
muy fea también. Ahí también… Está en el Simón Bolívar, al fondo. Hay un
pasillo. Sigue y hay una puerta rota y una escalera que baja, ahí están las
cámaras. Es un lugar feísimo. Es otro subsuelo. Es que acá murieron mucha gente.
Tanto trabajadores como pasajeros. Se han suicidado en el segundo piso. ¿Usted
sabe? Todos los años pierde agua en el mismo lugar. Se arregló miles y miles de
veces ese techo. En el 2° piso. Donde gotea. Donde se tiró la mina. Una mujer
era. Ella pagó la habitación. Subió. El valet no llegó a subir que ella fue,
abrió la ventana y ¡pum! se tiró. Cayó en el techo. Y todos los años se
llueve”.
“Otra muerte. En
el teatro. Había un festival de tango. Era karaoke. Subía gente a bailar. Un
viejito, muy de traje, subió. Cantó un tango, bajó, se sentó y se murió. Así
nomás. En el teatro. La gente se fue y él se quedó ahí muerto. El teatro está
ahora cerrado con candado. Y un día llamaron de ahí. Un día, a la mañana,
llamaron a recepción y como son números internos en la recepción salta y dice
“teatro”. Los empleados llamaron y llamaron y nadie contestaba. Y a S… le
dijeron: “Estoy encerrado acá en el teatro,¿me podés venir a abrir?”Cuando
fueron vieron que el candado estaba ahí. Cortaron el candado y cuando entraron
no había nadie. Eso era como a las seis de la mañana. Invierno y el teléfono no
funcionaba”.
“Y hay algunos pisos que no están disponibles y llaman de las
habitaciones”.
“En el piso 19,
cuando estaba M…, en el salón, cuando estaba en construcción, llamaban y decían:
“Mirá, acá, nos quedamos encerrados” (era una señora). Subió y estaba solo el
teléfono, sin cable, sin nada. Pero el conmutador salta: piso 19, SALÓN
CONGRESO”.
“En el SALÓN
BOLÍVAR, muchas veces cuando pasan por ahí, escuchan CHIST-CHIST-CHIST… o silban
dos veces. ¡Esa es fija en el SIMON BOLÍVAR!”
“Si busca acá, va a encontrar. Que hay, hay”.
“Hay una chica acá
(esto le cuento a usted, pero es algo muy privado), me lo contó el padre que
trabaja acá. V…, él es fundador. Vive con la hija acá. La hija tiene dos nenes.
Viven acá en un piso. Cuando su padre salió, quedó con su hija cuando tenía el
primer bebé. Estaba dándole el pecho al bebé y la cama es un sommier (está a
“esto” del suelo) y dice que ve a una mujer salir de abajo de la cama y se le
para enfrente. Ella baja la cabeza y sale corriendo. Cuando sale, abre los ojos
y mira la puerta y se clavó, se quedó dura: estaba la misma mujer, con una cara
muy fea, parada en la puerta. Y ahí empezó a gritar y estuvo como un año en
tratamiento, porque no quería quedarse sola ni de día. Eso me contó. Dice que
quedó bastante trastornada la hija”.
“Acá muchos no
hablan por miedo, por vergüenza. ¿Te acordás de Gaby, al que lo ahorcaron en
limpieza? A Gaby, que se fue, lo ahorcaron. Tenía todo colorado. Quedó blanco.
Pálido. Y a otro muchacho que trabajaba en limpieza, también. Ahí en limpieza es
bastante feo. Ahí siempre se ven entrar… En el taller también siempre ven entrar
gente. Nunca se les ve la cara, pero se ve que son personas. Por lo general son
personas muy bien vestidas. De traje. No son personas vestidas así nomás. Son
bien vestidas”.
“A un muchacho,
C…, que trabaja todavía acá, se quedó dormido ahí y le tocaban la pierna y
sentía un escalofrío terrible”.
“Mucha gente tiene
miedo acá. Al que usted le pregunte, que sea viejo en el hotel, le va a decir
que el piso 19, el SALÓN CASCADA y el teatro son los peores lugares. El 90 % del
hotel le va a decir que EL CASCADA es el peor lugar, tanto de día como de noche
pasan cosas. Yo cuando entré, me dijeron: al CASCADA, desde la tarde o a la
noche, no pises”.
“En el lavadero
tuvieron que sacar el turno noche porque no los dejaban trabajar. Les pagaban
las máquinas. Les tiraban las sillas. Les tiraban piedras. Le golpeaban de
arriba de las calderas. El lavadero está en el piso 20. Está la sala de máquinas
y enfrente el lavadero. Sacaron el turno noche porque no los dejaban trabajar.
Eso era un poco más agresivo”.
“A la panadería, ni en pedo bajan (donde están las
cámaras)”.
“Hay lugares
bastante, bastante pesaditos acá. ¡Y las historias que hay! Estas son algunas.
Hay chicos que no quieren hacer más las recorridas
nocturnas”.
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Cuando de historias de fantasmas se trata, no nos
cabe la menor duda, los serenos constituyen la punta de un ovillo que nos
conduce a un universo cultural riquísimo y nos habla de aquellas cuestiones
cruciales de la vida (y de la muerte) que nos quitan el sueño.
PARTE 2
CAZANDO…
¿FANTASMAS?
“Ser visto es la
ambición de los fantasmas.
Ser recordado, la de
la muerte.”
Anónimo
“Es fácil
ser valiente desde lejos.”
Esopo
En la noche del 5 al 6 de abril de
2013 participé, como invitado, en una investigación de características un tanto
sui generis. En esa ocasión, el Grupo Argentino para la Investigación de
la Actividad Paranormal (GAIAP) iba a
realizar una tecnificada exploración nocturna en el enorme complejo del Bauen
Hotel, en busca de fantasmas.
Aunque escéptico, la propuesta me
entusiasmó.
Desde hace años indago y escribo sobre el
tema, pero desde una perspectiva histórico-cultural, tratando de entender y
explicar (a partir de la denominada “historia de mentalidades”) cómo,
porqué, cuándo y quiénes tienden a difundir esa creencia, qué quieren
significar, cómo evolucionó a lo largo del tiempo y qué valores son los que se
trasuntan con ella.[5]
Pero esa noche iba a dejar todo ese
bagaje teórico a un costado para disfrutar de esa aventura tan particular. Por
tal motivo, encaré la experiencia con cierto espíritu lúdico y consideré que
valía la pena sacrificar una noche de descanso, calzarme el mote, al menos por
unas horas, de “Cazafantasmas” y al mismo tiempo de tener la oportunidad
de conocer por dentro, y pormenorizadamente, al Bauen Hotel. Además, vería en
funcionamiento todos los artilugios y gadgets que el GAIAP iba a desplegar en la pesquisa (detectores de
movimiento, cámaras infrarrojas, detectores de campos electromagnéticos,
medidores láser de temperatura, cámaras fotográficas de alta definición,
grabadores digitales, etc.).
Después de dos horas de preparación, y siendo casi
la medianoche, con un hotel en silencio y casi nada concurrido, iniciamos el
relevamiento del sitio.
Obviamente quedaron muchas partes sin cubrir.
Teníamos autorización sólo en determinados sectores. El hotel es demasiado
grande. Así todo, pudimos recorrer todos sus “lugares de mala fama” en
varias oportunidades, separados en grupo; especialmente el salón del segundo
piso (hoy abandonado, a medio terminar y convertido en un depósito de muebles
viejos, carteles y demás trastos), el salón Congreso del piso 19, el salón
Cascada, el salón Simón Bolívar, el patio y su solarium, el sector de la piscina
(hoy fuera de uso), la boite, las calderas del subsuelo y algunos pasillos de
los pisos superiores.
La recorrida nos demandó toda la noche, hasta la
seis de la mañana; que fue cuando recogimos todo y nos
retiramos.
Debo confesar que hasta las cuatro de la madrugada
el tiempo se me pasó bastante rápido. Traspasada esa hora, lentamente el sueño
empezó a ganarme y no faltaron momentos en los que me recliné sobre una mesa y
dormité un rato.
Fue una noche tranquila, sin demasiado altibajos,
a no ser el registro de una variación de temperatura de unos 4 grados
centígrados, en el salón en obra del segundo piso, captada en un punto fijo y
fuera del alcance de cualquier corriente de aire (al menos que hayamos detectado
en ese instante).
El otro episodio que nos inquietó ocurrió en el
llamado Salón Simón Bolívar cuando una voz, claramente femenina y a través de
una artilugio llamado “Spirit Box” (un productor de ruido blanco), moduló
un clarísimo “Hola”, y que yo deduje podía llegar a ser una interferencia
de radio. Ese “saludo” es lo que en la jerga Ghost Hunting se
llama psicofonía o FVE (fenómeno de voz electrónica, en ingles EVP); y que,
aparentemente, sería la “voz” de una entidad presente en el
lugar.
Debo confesar que me llamó mucho la atención, pero
el uso del “Spirit Box” me desalentó bastante a considerar esa voz como
algo proveniente del más allá. La lógica me indicaba que podía ser explicado sin
recurrir a una hipótesis tan extraordinaria. De todos modos, la experiencia le
dio emoción a una noche que, hasta ese momento, venía por demás
tranquila.
En lo personal, no sentí miedo en ningún momento,
a pesar de recorrer sectores en penumbras o directamente a oscuras. No
experimenté ninguna “sensación extraña”. Tampoco angustia, ansiedad o
alguna energía inexplicable. Recorrí el hotel con curiosidad, sin
percibir intuitivamente la existencia de nada que fuera considerado
“paranormal”.
Pero ahí no terminaba la cosa.
Lo que podríamos llamar “trabajo de campo”
no inspiró ninguna sorpresa traumática. En este sentido, mi escepticismo se
mantuvo incólume. Pero la práctica del Ghost Hunting tiene dos etapas en
su desarrollo. La primera (descripta más arriba) consiste en la búsqueda de
datos, filmando, grabando y fotografiando todo. La segunda es la etapa del
análisis de todos los datos recogidos. Una tarea por demás tediosa en la que se
revisa pacientemente cada segundo captado en video, cada foto o minuto de
audio.
No participé es esa faena. Sólo me
limité a mandar por correo electrónico al GAIAP las casi 300 fotos que había sacado con mi cámara
compacta y las ocho pequeñas grabaciones hechas con un grabador digital marca
Sony. Una vez remitido el material, me quedé a la espera de lo que podría pasar.
No esperaba que hallaran nada extraño.
Setenta y dos horas mas tarde, recibí la respuesta
y tres archivos adjuntos. Una foto y dos grabaciones de
sonido.
LA
FOTO
Fue tomada por mí con una cámara compacta, no
profesional (Lumix Panasonic Mega O.I.S. 7.2 mega pixels, 6x optical zoom,
inteligente ISO control), a las 2:26 horas del 6 de abril de 2013, en el salón
abandonado/en obra del segundo piso del Bauen
Hotel.
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Fig. 1
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Fig.2
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Fig. 3
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Fig.4
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La
figura 1 es la fotografía original. La saqué estando con dos personas más
en la mencionada segunda planta del edificio. Es una toma de una serie de fotos
sacadas al azar, mientras mis compañeros realizaban una medición de temperatura,
a mi lado, en dirección opuesta al ángulo de la foto que se reproduce.
En principio, no advertí nada “extraño” cuando revisé el contenido completo de la carpeta. Sólo tras el escaneo que realizaron los miembros del GAIAP me percaté de la figura que aparece en el ángulo superior izquierdo de la foto.
¿Se
materializó en ese sitio una presencia espectral del Más Allá o estamos viendo
algo que queremos ver, pero que en realidad no está?
¿Cómo podemos racionalmente explicar una fotografía como esta, cuando ―de plano― descartamos cualquier fraude? (recuerde el lector que yo mismo la tomé, y lejos de mí está auto-embaucarme y problematizar la visión escéptica del mundo que he tenido casi toda la vida). Tal vez hacia el final del trabajo encontremos una respuesta acorde al sentido común, sin apelar a hipótesis extraordinarias.
LAS
GRABACIONES
Amén de la grabación captada con el
“Spirit Box” en el Salón Bolívar (que mencioné en páginas anteriores),
los miembros del GAIAP
encontraron otras dos, capturadas a micrófono abierto con grabadoras digitales
Sony y sin “ruido blanco” de ningún tipo.[6] Este último
detalle es importante porque me permitió descartar (en principio) la posibilidad
de haber grabado una interferencia proveniente de alguna radio
FM o
AM (las
cuales, muchas funcionan en las inmediaciones del hotel).[7]
La primera de ella fue capturada en
el piso 19 del Bauen por dos miembros fundadores del GAIAP. La segunda, grabada por mí en el subsuelo donde
funcionaba en la década de los ‘80 una antigua boite (boliche
bailable).
Grabación del piso
19
El primer ejemplo (cuyo archivo de
sonido se adjunta en este trabajo) parecería ser una respuesta amigable a la
despedida en voz alta realizada por dos integrantes de GAIAP. Hacia el final del registro se puede escuchar un
“Gracias”, siendo éste interpretado por los especialistas como un buen
ejemplo de “interacción”.
Grabación de la Boite
(subsuelo)
Este segundo registro de audio es una tanto más
inquietante, no sólo por la claridad de la voz captada, sino por el mensaje que
deja escucharse:
“Tengo..mucho…
odio”.
Confieso que cuando me lo hicieron oír me llevé
una gran sorpresa, y de inmediato nació la pregunta: ¿Qué diablos es eso? ¿Qué
explicación darle a esa “voz” tan lúgubre? ¿Otra pareidolia
auditiva?
En el siguiente apartado intentaré darle una
potencial respuesta a estas cuestiones.
Quisiera dejar en claro que las mismas corren bajo
mi exclusiva responsabilidad, no siendo, necesariamente, las del grupo que me
invitó a participar en el Ghost Hunting.
PARTE 3
MISTERIOS
“La ciencia no puede
responder el último misterio
de la naturaleza. Y
eso se debe a que, en última
instancia, nosotros
mismos somos una parte del
misterio que estamos
tratando de resolver”.
Max
Planck
“A veces
creo que hay vida en otros planetas, y a veces
creo que
no. En cualquiera de los dos casos la conclusión
es
asombrosa”.
Carl
Sagan
Creer es más fácil que pensar.
Por eso sigo pensando que puede haber una
explicación lógica para las experiencias retroactivas que experimenté en la
recorrida del Bauen Hotel. Y digo “experiencias retroactivas”
porque no fui testigo directo de esas supuestas “manifestaciones”.
Llegaron a mí tras una lectura previa de los datos recabados. Nunca vi el
supuesto fantasma, ni escuché “en vivo” esa declaración de odio
que se distingue en una de las grabaciones. Por otro lado, me pregunto si en un
juicio ésas serían pruebas suficientes que certificaran la existencia de vida
después de la muerte y su interacción con ella. En primera instancia, mi
respuesta es un rotundo “no”. Son claramente insuficientes. Dejan muchas
dudas pendientes. Y como a respuestas extraordinarias hay que oponerles pruebas
extraordinarias, me parece conveniente tener en cuenta las consideraciones que
consigno a continuación.
La primera condición que deberíamos adoptar frente
a la evidencia (¿sic?) conseguida es la de tener la cabeza bien
fría; evitando las pasiones desmedidas; tratando de llevar a cero los
preconceptos respecto de la existencia de fantasmas. Una cosa es partir con la
idea de que efectivamente los fantasmas merodean por el hotel, y otra muy
distinta la de encontrar indicios de esa remota posibilidad o la de preguntarnos
si es factible que algo así pueda suceder (tal y como lo sindican muchos
empleados).
La primera postura (que no es la mía) suele
conducir a ver y detectar “señales” en cualquier cosa y en todas partes.
La segunda, a la que adscribo, nos conduce a un planteamiento constante de dudas
interpretativas; a poner en tela de juicio a nuestra propia percepción y a
replantearnos muchas de las ideas que nos surgen al ver la foto y oír las
grabaciones de audio en cuestión. No podemos partir de certezas, menos que menos
en el campo de las percepciones ya que, al internarnos en él, nos vemos inmersos
en un laberinto de errores y falsas lecturas, ilusiones y fallas de
interpretación que, si no las consideramos seriamente, pueden conducirnos a una
representación mágica de la realidad. A un autoengaño. A ver lo que deseamos ver
y, por ende, a construir un universo paralelo y alternativo que sólo está en
nuestra propia imaginación. Y convengamos que el contexto ayuda a que ésta se
dispare, alimentada por la sugestión.
El hecho de recorrer un espacio supuestamente
encantado, tal como lo sindica la tradición oral, crea una condición inicial
poco favorable a la hora de intentar ser objetivos (o lo menos subjetivos
posible). Si uno se traslada a un lugar en donde te anticipan que hay fantasmas
(y si uno cree en ello desde el principio) es muy probable de que se “vean”
señales y signos que, en definitiva, nosotros mismos armamos. Respuestas
forzosas que hacemos encajar con un libreto previo.
Los contextos engendran significado y las
personas no somos pasivos receptores ante los estímulos externos (sean éstos
visuales o auditivos). Por lo general siempre aportamos nuestros propios
elementos organizativos a la hora de decodificarlos. En este sentido, estamos
insertos en el campo de Gestalt.[8]
Los estudios y experiencias de laboratorio señalan
que la mente tiende a reducir las ambigüedades. Y en el caso de la fotografía
del segundo piso (Fig. 1, 2, 3, 4) puede que haya ocurrido eso a la hora
de interpretarla.
Tendemos a reducir las distorsiones. Buscamos
siempre la forma más simple, integrada, completa y estable. Preferimos las
formas cerradas, con buen contraste; y por ello, cuando nada de eso ocurre por
diferentes causas, solemos a agregar elementos faltantes de una figura para
percibirla con mayor claridad. Llenamos los espacios incompletos o unimos
elementos que de por sí están separados. Incluso los programas de edición de
fotos hacen eso automáticamente. Es lo que la Gestalt llama “Ley de
Cierre”.
Pero aún suponiendo que la figura de la foto sea
un fantasma real: ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso los
fantasmas tienen alguna base de origen material en su misteriosa constitución?
Si pueden verse y ser fotografiados es evidente que los átomos (base de toda la
materia) están en el fondo del asunto. Pero hay un serio inconveniente con esta
hipótesis: los átomos poseen neutrones girando en órbita y estos neutrones
producen una poderosa fuerza de repulsión a cualquier otra cosa que sea
material. Por ese motivo, según informan los físicos, la materia no puede
atravesar a la materia. He aquí que nos encontremos con la esencia misma de los
aplausos (de no ser así nuestras palmas se atravesarían como si estuvieran
hechas de humo). Pero la cultura popular sigue afirmando que los fantasmas
atraviesan paredes o desaparecen en el aire. Entonces, ¿cómo lo hacen? Una
posibilidad lógica sería que los espectros estuvieran hechos de neutrinos
y no de neutrones. La física nos dice que los neutrinos no tienen carga
eléctrica, por lo tanto no generan ninguna fuerza de repulsión, pudiendo así
traspasar muros (o cualquier otra cosa) sin problema alguno. De hecho, en este
mismo momento todo mi cuerpo está siendo atravesado por ellos. Claro que si los
fantasmas estuvieran constituidos por estas partículas (neutrinos) no podrían
irradiar luz alguna ni radiación electromagnética. Por ende no sólo serían
invisibles al ojo humano sino indetectables por la tecnología que utilizan los
cazadores de fantasmas. En conclusión: es imposible conseguir evidencia objetiva
de su existencia, aún con la aparatología más avanzada. A menos que queramos
tirar por la borda todas las leyes de la física.
En un interesante artículo publicado por
la revista El Escéptico Digital[9], Ramón Ordiales
desgrana una serie de fenómenos estudiados por la psiquiatría que permitirían
explicar gran parte de los fenómenos paranormales que se denuncian a diario por
todo el mundo, respetando el sentido común, la experiencia clínica y, por sobre
todo, sin acudir a teorías estrambóticas. En este trabajo nos limitaremos a
señalar sólo algunos de esos procesos (aquellos más convenientes al momento de
analizar las apariciones de los fantasmas del Bauen Hotel).
Si dejamos a un lado a las personas
esquizofrénicas, a los místicos, histéricos o paranoicos (que a no dudarlo han
contribuido, y mucho, a la difusión de historias espeluznantes), aún nos quedan
varios procesos psicológicos por medio de los cuales muchos sujetos falsean
involuntariamente la percepción de un suceso o la evocación del
mismo.
Uno de los más comunes es el de la
«confabulación», que no es otra cosa que la falsificación de la
memoria de un sujeto que evoca una historia falsa sobre acontecimientos pasados.
Cree lo que dice. No es conciente de sus errores. Tampoco hay intensión de
engañar, sino más bien de rellenar los huecos producidos por la mala memoria.
Cuando alguien evoca una historia de fantasmas ocurrida tiempo atrás (siempre
“ocurren tiempo atrás”), la confabulación suele hacer acto de presencia
con tanta eficacia que la fabulación inconciente queda añadida a sus
recuerdos como un hecho real. Este tipo de proceso es muy común en personas que
se someten a la hipnosis.
La «mitomanía» es otro. En ella el
relato es inventado. Siempre alude a experiencias personales que supuestamente
acontecieron en la vida de quien lo relata. Son historias verosímiles a las
cuales se las adorna con detalles de la vida cotidiana, a fin de buscar la
naturalización de lo relatado, la aprobación y aprecio del interlocutor. En el
fondo de este comportamiento se entrevé una constante búsqueda de emoción a la
propia existencia (por lo general chata y monocorde).
Un tercer proceso psicológico es la
«extrañeza perceptiva”. En esta alteración, lo percibido es
reconocido como algo familiar, pero vivido subjetivamente como algo extraño o
irreal. Una simple niebla o corriente de aire puede quedar asociada a la
presencia de fantasmas.
Un tanto ligada a la alteración anterior está la
«ilusiones afectivas», producto de emociones fuertes (miedo a la
oscuridad, por ejemplo) o situaciones de crisis personales (como puede ser el
duelo y dolor de una viuda que jura haber visto el fantasmas de su
marido).
Pero de todos estos procesos hay dos que, en mi
opinión, quedan más asociados a lo que “se dice” la gente ve en el Hotel
Viena: las «pareidolias» y las «imágenes
eidéticas».
En el primer caso, el proceso consiste en la
creación de imágenes como producto de nuestra fantasía frente a elementos de la
realidad que se nos aparecen como amorfos o imperfectos. El mejor ejemplo es
aquel en el que un sujeto, observando manchas de humedad, paredes descascaradas
o simplemente nubes, dicen distinguir rostros, siluetas misteriosas, vírgenes,
santos o fantasmas.
En cuanto a las «imágenes
eidéticas», se trata lisa y llanamente de imágenes que son percibidas
como algo corpóreo, pero que en realidad son imaginadas. Si bien este tipo de
alteración es frecuente en los niños, las personas histéricas o muy
sugestionables también pueden padecerlas. Convengamos que un hotel a oscuras
genera un contexto idóneo para que esto suela ocurrir.
Finalmente, desearía transmitir una interesante
experiencia llevada a cabo por la Nacional Geographic no hace mucho tiempo
atrás.
En esa oportunidad un grupo de especialistas en
sonido comprobaron que ciertas ondas, llamadas infrasónicas (inaudibles a los
humanos por ser ultrabajas) ocasionan respuestas de temor, angustia, tristeza e
incomodidad física en la gente. Incluso, en condiciones atmosféricas de alta
condensación, hasta es posible experimentar sensaciones físicas, como la de
hormigueo en todo el cuerpo, o sentirse observado. Y todo esto suele ser
señalado como “pruebas” de la presencia de espíritus del Más
Allá.
Pero, ¿qué puede provocar un infrasonido?
Respuesta: muchas cosas. Desde un ventilador, el traqueteo de un camión o de un
tren, incluso el choque del mar contra las rocas de la costa. Además, los
lugares grandes suelen convertirse en amplificadores de sonidos de baja
frecuencia que penetran el cuerpo y hacen vibrar los huesecillos del oído
interno, afectando el equilibrio, distorsionando los sonidos y, en casos
extremos, afectando la visión (al hacer vibrar también los
ojos).
Ya para terminar quisiera decir algo respeto de
las llamadas psicofonías que captamos en el Bauen.
En primer lugar, si pretendiéramos probar
que las grabaciones son “reales” sin dejar lugar a la duda, deberíamos
tener un espacio controlado. Y eso no lo tuvimos nunca. Los ambientes estaban
contaminados (metales, cobre, silicio, emisiones de AM y FM, óxido), generando
con seguridad interferencias de todo tipo (rebotes, ecos, acústica,
electroestática, electromagnetismo) que nos obligan a tenerlas en cuenta antes
de caer en explicaciones supernaturales. Además, la fiabilidad de los equipos
requeridos para llegar a conclusiones tan extremas debería ser muy alta, y como
todos sabemos, los laboratorios con esas características son enormemente
caros.[10]
Fantasmas. ¿Experiencias
inexplicables?
No lo creo.
Por el momento tenemos caminos alternativos más
probables a la hora de resolver el enigma. Así todo, el tema genera sin esfuerzo
(en especial por la noche) un especial encanto. Lo indeterminado atrae,
moviliza; disuelve nuestras seguridades más elementales. Nos mete de lleno en un
universo que sólo creemos existe en la literatura y nos permite para salir de él
renovados.
De ahí su misterio. Su magia y su
mística.
Fernando Jorge Soto
Roland
Notas:
ã Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la
UNMdP.
[1]
Caillois, Roger, “Del Cuento de hadas a la Ciencia Ficción”, en
Imágenes, Imágenes…Ensayos sobre la función y poderes de la imaginación,
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1970.
[2]
Nota: Ya a fines del siglo XIX y principios del siglo XX los psíquicos hicieron
furor, llenando teatros en muchas ciudades importantes del
mundo.
[3] Para conocer los pormenores de esta
historia véase en Web: http://www.latribuna69.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=2398:un-fantasma-amenaza-el-hotel-bauen&catid=27:new-to-joomla&Itemid=62
y http://tiempo.infonews.com/2012/10/21/investigacion-88851-los-que-piden-desalojar-al-bauen--le-deben-al-estado--170-millones.php
[4]
Archivo del autor. Los testimonios corresponden a los dichos de dos empleados
del hotel. Hemos decidido omitir los nombres y apellidos propios que aparecen en
la grabación.
[5]
Véase: Soto Roland, Fernando Jorge, Visitantes de la Noche. Aproximación al
devenir de los fantasmas en el imaginario de la cultura occidental,
editorial Martín, Mar del Plata, 1997. Disponible en Web.
[6]
Debemos aclarar que las frases fueron escuchadas después de revisar el registro
y no en el lugar (no “en vivo”).
[7]
Nota: a sólo una cuadra y media transmite una FM a la que he concurrido en
varias ocasiones Radio Belgrano).
[8] Véase en Web: http://www.guillermoleone.com.ar/leyes.htm
[9] Véase artículo original en
: http://www.homowebensis.com/
archivos/psicología-de-los-fenómenos-paranormales/.
|
Fernando Jorge Soto
Roland
Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la
Universidad Nacional de Mar del Plata.
Buenos Aires, marzo 2013
Email: sotopaikikin@hotmail.com
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